Bienestar y competición, ¿dos mundos opuestos?

Normalmente solemos distinguir entre deporte competición y deporte salud (o bienestar). Siempre decimos que la competición no es buena para la salud.

Cuando llevamos cualquier máquina al límite, corremos el riesgo de que no aguante, que se rompa o sufra serios daños. Nuestro cuerpo responde de la misma manera.

Si practicamos un deporte para encontrarnos bien, para sentirnos mejor en el resto de actividades cotidianas, tendemos a hacerlo de una manera muy cuidadosa, vigilando al máximo las posturas, los pesos, los ejercicios, las máquinas utilizadas y ejerciendo un control, en muchos casos desmesurado, de todo lo que envuelve esta práctica deportiva. Llegamos a tal extremo de sobreprotección, que parece que la mayor parte de los ejercicios no son seguros, que nos perjudicarán (lo que realmente perjudica es estar en el sofá de casa).

En cambio, en competición, parece que está todo permitido. Como sabemos que un saltador, cuando tenga 40 años tendrá unas rodillas de 80, o un tenista tendrá el hombro destrozado o un marchador tendrá que operarse y poner prótesis de cadera a los 40 años, pues nos importa poco el deportista; cuando lo exprimamos ya aparecerá otro.

Pienso que, sin perder de vista lo principal en competición, que es el resultado, existen sistemas de entrenamiento, cada vez mejores y más novedosos, que permiten cuidar mucho más la salud del deportista, que le van a permitir entrenar mejor, con menos lesiones y alargando un tiempo su vida profesional deportiva.

El entrenamiento es como la cocina, tenemos muchos ingredientes y debemos poner un poco de cada para conseguir el plato final. A veces, para conseguir ese resultado, modificamos el proceso de elaboración y se produce esa mejora deseada en el plato principal.

He tenido la suerte de poder entrenar a deportistas de muchas especialidades y además, de todos los niveles, y eso, unido a la capacidad de observación, me ha hecho ir modificando las recetas para buscar siempre esa mejora en el deportista y, muchas veces, no reside en aumentar la agresividad del ejercicio (cuanto más peso mejor, cuanto más alto el multi-salto mejor…), sino en cambiar de método o de herramienta, utilizar algo menos agresivo aunque parezca menos efectivo (“como toda la vida hemos hecho esto…”) y eso nos aportará el resultado deseado, ya que el deportista cambiará de estímulo, se producirán esos cambios fisiológicos buscados y, seguramente, afrontará con más ganas cualquier entrenamiento nuevo.

Muchas veces, más, no equivale a mejor y, a día de hoy, sigo observando a todo el mundo para aprender, ya que cualquier pequeño cambio o novedad que a nosotros no se nos había ocurrido, nos puede mejorar la calidad de vida y el rendimiento.

En este blog hablaremos de técnicas de entrenamiento, novedosas o no, de qué herramientas usar y cómo hacerlo de la mejor manera (para el campeón del mundo y el abuelo que quiere sentirse mejor), cómo recuperarse mejor, qué alimentación, qué complementos (para competidores y para cualquier hijo de vecino), trataremos aspectos psicológicos y cómo reforzarnos mentalmente y, por supuesto, invitaremos a contrastados profesionales para que nos hagan el honor de compartir su sabiduría práctica.

¡Bienvenid@ a Bienestar&Competición!