Los pilotos ya se han ido, con un poco más de peso en los bolsillos; parten aun de noche hacia la especial. En el campamento hoy no hay prisas, nadie corre, los mecánicos están relajados, el manager no nos da indicaciones y yo no debo cargar el material para los masajes, hoy es la etapa más dura para los pilotos. Esta noche cuando finalicen la especial, nadie de nosotros les estará esperando, ningún mecánico les arreglará sus motos, ni el fisio les ayudará en su recuperación. Hoy es el día más relajado para las asistencias, la etapa maratón.
Dentro del coche se nota un ambiente especial, seguimos pendientes del teléfono satélite y de las informaciones que nos van pasando sobre nuestros pilotos, pero no con la tensión de los otros días por llegar al final de etapa y tener que preparar el material a toda prisa.
Ya de camino paramos en un pueblo donde compramos pan, ponemos gasolina y estiramos un poco las piernas; es increíble lo rápido que nos vemos rodeados de niños, no da tiempo a ver de donde salen, todos nos quieren ver de cerca, hablar, tocar, escuchar… te preguntan en francés de donde vienes y cuando contestas, la siguiente pregunta ya la hacen en tu idioma, respondas en la lengua que respondas, se saben cuatro frases en inglés, 4 en francés, 4 en italiano, español,… y son capaces de mantener una conversación, de hacerte reír y de ablandarte el corazón, no les hace falta hacer ninguna carrera universitaria, la vida les ha enseñado mucho más.
Te cuentan sus sueños y te hablan de fútbol, todos son del Madrid o del Barcelona, y saben de memoria la alineación de ambos equipos. Te das cuenta de que no son tan distintos a nosotros, en cualquier tertulia de nuestro mundo tenemos los mismos temas de conversación.
Sus miradas son de felicidad, te transmiten alegría y te contagian, saco del coche mi bolsa con el “picnic” que nos han dado para hoy, lo reparto y me doy cuenta del error, rápidamente los mayores se hacen con el botín dejando a los pequeños si nada, es la ley del más fuerte y así se aprende en este continente a sobrevivir.
Vuelvo al coche y saco el resto de las bolsas de picnic, pongo cara de pocos amigos y me llevo a los pequeños a un lado, tengo que ponerme dura con los mayores pero consigo que nos dejen en paz. Saco de las bolsas algo que se puedan comer en ese momento, lo voy repartiendo uno por uno, asegurándome que todos reciben algo, no es mucho, pero para ellos es un gran regalo. No es un mundo donde se regale nada; en África desde niños aprenden a ganarse la comida trabajando.
Los miro y me dan ganas de llorar, con una simple barrita estos niños serán felices todo el día, ¿que nos pasa en nuestro mundo “civilizado”? ¿Cómo es posible que teniendo mucho más no seamos nunca tan felices?….
Como en los anteriores escritos…consigues trasladarnos!! A los que nos encanta viajar….que envidia de vivencias!!
Me encanta la foto… Tendrias que añadir una en cada uno de tus escritos!
Salut!
Gracias Lídia, Con un breve texto me llevas a África, que viaje tan barato y tan intenso. Es ridículo que te felicite desde aqui, pero necesito hacerlo al terminar de leerlo. Felicidades y muchas gracias, como dice José Ramón : » sigue…sigue…»
sigue…sigue…puedes escribir un libro!!!!!
y es que el dinero y lo material no hace la felicidad, ni aqui ni en la china popular… no es mas rico quien mas tiene sino quien menos necesita…
El Dakar, con toda su polémica, llevó, año tras año, sonrisas a los niños de África, y probablemente ha hecho conocer al continente olvidado más que ningún otro evento. Es más, no me extrañaría que la consecución de la organización de la Copa del mundo de fútbol en Sudáfrica, además de deber mucho a Nelson Mandela, también tenga algo que agradecer al sueño de Thierry Sabine. Si bien me alegro por lo que pueda aportar al Cono Sur americano y las sonrisas que lleva ahora a sus niños (muchos pobres, pero no paupérrimos como en África), me entristece pensar que, las amenazas de Al Qaeda, hayan quitado el Dakar a esos maravillosos y alegres niños del África occidental. Estamos en deuda con ellos y tenemos que hacer algo… ¡Gracias, Lídia por tus relatos! Son distintos, enriquecedores y nos hacen olvidar a los controladores aéreos, las historias de Wikileaks, la crisis (por cierto, los africanos se morirán de risa viendo a qué llamamos crisis…) o las peleítas diarias entre socilistas y peperos…